Una economía de freelancers
Soy un autónomo que tiene varios negocios locales con presencia online.
Como la mayoría de los autónomos, no me queda más remedio que ser un hombre-orquesta. Hago de cantante, guitarrista, pianista y-si me apuran- hasta de payaso.
Pero no se puede saber de todo en profundidad. Y a veces tampoco dispongo de medio día para dedicarlo a hacer algo que un especialista puede hacer en media hora. Cuando eso ocurre, tengo un arma secreta. Mejor dicho, dos.
Freelancer y Fiverr son plataformas a las que recurro cuando tengo algún problema con bases de datos o errores en alguna de las webs que tengo. Se pueden encontrar desde programadores hasta arquitectos.
Esto, que parece una demanda anecdótica por parte de un empresario insignificante, está empezando a agrietar los cimientos de las sociedades del bienestar.
La “Gig Economy” es un término que está de moda. «Gig» alude a la interpretación por parte de un músico de una pieza musical a cambio de unas monedas.
La economía Gig se refiere a un sistema donde a la gente se le paga por «gigs»,trabajos específicos como entregar una pizza o llevar a un pasajero de una parte a otra de la ciudad.
Básicamente consiste en disponer de personal laboral bajo demanda. Los puestos de trabajo son temporales, con una duración muy corta y sin que medie una contratación laboral.
La Uberizacion de la economía
La carrera hacia a la economía Gig ha comenzado. Se trata de un nuevo modelo económico cuyo exponente más destacado es Uber, la plataforma que le hace la competencia al taxi en las grandes ciudades. La base de funcionamiento es la siguiente.
Los particulares se ofrecen a través de plataformas para realizar un determinado trabajo o prestar un servicio. Sea un traslado (Uber), ofrecer un alojamiento (AirBnB) o llevarte a casa el pedido de un restaurante chino (Deliveroo).
Siguiendo la estela de estas grandes plataformas de trabajo freelance, en muchos países están surgiendo webs donde se anuncian y contratan trabajadores locales.
Carpinteros, fontaneros y albañiles más o menos amateurs compiten con empresas y autónomos.
Un estudio realizado por Intuit predice que para el 2020 el 45% de los trabajadores canadienses serán trabajadores por cuenta propia. Y el porcentaje puede ser parecido en el resto de las economías avanzadas.
El combustible de la economía Gig
Existen varios factores que potencian la demanda de trabajadores por cortos periodos de tiempo.
Por un lado está la movilidad. La oficina y en general el lugar de trabajo se está volviendo móvil. Muchas tareas ya se pueden realizar en remoto.
El trabajo y el ladrillo ya no forman parte de un binomio. Se puede trabajar desde cualquier parte del mundo, a cualquier hora. Basta un móvil o un portátil.
La digitalización, que va ligada a la movilidad, también ha contribuido a que cada vez existen menos trabajos localizados en oficinas. Todo está en la nube. Ya no existen documentos físicos que tengamos que leer o archivar en una estantería. Esta nueva forma de trabajo tiene dos consecuencias.
Por un lado, los nuevos trabajadores pueden elegir entre trabajos y proyectos que estén localizados en cualquier parte del mundo.
Por otra parte, las empresas pueden seleccionar los mejores trabajadores para un proyecto específico entre una gran base de candidatos disponibles.
De forma inmediata. En tan solo 10 minutos cualquier empresario puede tener el candidato idóneo para una tarea concreta. Sin tener que hacer una incursión en las arenas movedizas de una selección tradicional.
La presión de los costes
Estamos sumergidos en una sociedad cada vez más competitiva. No solo hay presión para desarrollar más y mejores servicios.
También las empresas sentimos sobre la cabeza el enorme pulgar del mercado que nos empuja a bajar los costes.
Con los freelancers las empresas ahorran seguros sociales, costes de formación, alquileres de espacios donde ubicar al trabajador, etc. Y, además, con una ventaja añadida.
No solo es cuestión de ahorro. También de flexibilidad. Se puede engrosar o adelgazar la fuerza laborar según la demanda.
La generación de los Millenials
Cuando era joven recuerdo que todos mis amigos querían ser funcionarios o, al menos, trabajar para un banco o alguna empresa con suficiente músculo. Aparte del sueldo, la principal prioridad era la estabilidad.
Los millenials, las nuevas generaciones menores de 30 años, ver como algo normal cambiar varias veces de trabajo a través de su vida laboral. No aspiran a echar raíces de 9 a 5 en una oficina de la ciudad o en el taller de un polígono industrial.
Desean el equilibrio entre la vida personal y la laboral. No tener que perder varias horas en atascos. Tomar sus propias decisiones y hacer aquello que realmente les gusta. En el horario que deseen. Y pueden conseguirlo con poco esfuerzo.
Las plataformas de freelancers les hacen muy fácil publicitar sus habilidades. Un productor de vídeo de Oviedo puede estar ofreciendo sus servicios en Singapur.
Y un programador de Lahore puede arreglarme un problema con la web de mi tienda en Tenerife.
Si hace 30 años el mundo se empezaba a hacer pequeño con el tráfico de mercancías, ahora le llega el turno al trabajo.
Pero no todo es de color rosa.
La diferencia entre un freelancer y un autónomo
El autónomo ya sabemos quién es. Una persona que está dada de alta como un trabajador por cuenta propia. Paga impuestos y seguridad social.
El autónomo tiene unos costes que tiene que repercutir en el precio de los servicios que presta. Pero eso no siempre ocurre con los freelancers.
El freelancer hace trabajos muy cortos. Muchos de ellos para particulares o empresas de otros países, a los cuales no les hace falta ninguna factura. Incluso aunque realicen trabajos para clientes dentro de su país, lo suelen hacer desde sus casas.
Sin contratos ni riesgo de inspecciones. No hay quien pueda controlarlos y es difícil que un inspector de trabajo pueda cazarlos ¿Que incentivo tiene para ellos salir a la luz?
Es muy grande la tentación de ahorrarse los más de 300 euros mensuales que cuesta el seguro autónomo. O de pagar impuestos.
La amenaza de los freelancers
El crecimiento la economía Gig está dando lugar aún una preocupación creciente por el futuro de los puestos de trabajo, de la sanidad y de las pensiones.
Sí cualquiera puede trabajar desde su casa sin necesidad de acudir a una oficina ni tener un contrato por escrito con su empleador, entonces tendremos que buscar una nueva forma de financiar el estado de bienestar.
El problema no se solucionará poniendo más presión sobre los que se ofrecen para realizar trabajos freelance. En una economía globalizada los freelancers locales pueden estar en desventaja con respecto a los trabajadores de países con menos prestaciones sociales.
Las nuevas formas de trabajo amenazan la sostenibilidad de las pensiones y hará temblar el estado de bienestar. Las futuras pensiones no solo están amenazadas por el aumento exponencial de personas en edad de jubilación. También por la caída dramática de nuevos cotizantes en parte debido a las nuevas formas de empleo.
Encajar la economía Gig en la ecuación social de las economías avanzadas puede ser complicado. Sólo podemos estar seguros de algo. Cada vez escucharemos más el término “Economia Gig”.
La otra tendencia junto con la economía GIG
Junto con la uberización de la economía, podemos citar la otra gran tendencia económica.
Se trata de compartir los bienes.
Nos dirigimos hacia una economía de pago por uso